domingo, 10 de septiembre de 2017

En torno a cómo poner verdes a tus amigos sin insultarlos

Se coge a los amigos y, con la excusa de hacer un maravilloso viaje por la China profunda, se les mete en la Provincia de Gansu.
Para que no sospechen, se les llenan los oídos de lugares evocadores como las montañas de colores de Zhangye, el Oasis del Valle Creciente o el Monasterio de Budismo Tibetano de Labrang en Xiahe.
Se les da de comer, cenar e incluso desayunar muchos pinchos morunos picantones de puestos callejeros de apariencia claramente insalubre. Se continúa con esta dieta y se añade cerveza bien calentita hasta que alguno caiga enfermo. El éxito está garantizado.
Yo probé a hacerlo el verano de 2014 y, oye, pasamos un viaje la mar de emocionante. Y si no que se lo pregunten a nuestro amigo, el que cayó enfermo, al que denominaremos el Señor del Baño, para mantener su anonimato (rechaza toda fama y gloria, es muy modesto él) porque tuvo la suerte de hacerlo suyo de manera recalcitrante en un breve lapso de 12 horas. Su reinado fue efímero, pero será recordado siempre en nuestros corazones.
Aunque la toma de posesión se estuvo gestando durante días, la ocupación efectiva del trono tuvo lugar finalmente entrada la noche en la ciudad de Zhangye, a la que Marco Polo denominó Campichu, y en la cual, dato divertido este, no hay ningún hospital internacional. Por suerte, al menos sí había uno local a tres minutos del hotel andando. Cuando por la mañana descubrimos lo acaecido, a pesar de la corta distancia llamamos a un taxi porque El Señor presentaba un color moradete que daba miedo. Una vez allí, se me designó intérprete por defecto. Por “defecto” de las drogas que debían de haber consumido los demás, porque si no, no se explica. El caso es que mientras el resto esperaba en los pasillos yo acompañé al Señor del Baño a la zona de recepción para dar todos los datos chapurreando un mandarín penoso.
- ¿Nombre?
-  Señor del Baño.
-  ¿Eh?
-  Señor del Baño: ese, e, eñe, o…
-  Escribe Dawei (Dave, en chino, es un nombre muy típico de extranjero en China) - interrumpió una enfermera que se había acercado al ver a dos especímenes occidentales fuera de su hábitat natural.
- ¡Nooooo, por favor! – Protesté yo- Nos va a hacer falta que figure su nombre por el tema del seguro*.
-  Pero es que no sé cómo poner el teclado internacional, solo puedo escribir caracteres chinos- se excusó la mujer
-  Espera, yo sí que sé -dijo otra de las chicas de recepción.
Tras cumplimentar la ficha, la enfermera curiosa nos llevó de un lado para otro, para pagar facturas y conseguir volantes, mostrando una sonrisa de oreja a oreja y aclarando a todos aquellos con los que se topaba que nos estaba acompañando porque como no hablábamos chino no nos enterábamos de nada.
Cuando, finalmente, nos pasaron a consulta allí había dos médicos,  a uno de ellos le dio por fumar mientras nos atendía y el otro, que parecía más profesional, de pronto sacó el móvil de su bolsillo y decidió hacerse un selfie con nosotros, imagino que lo publicaría en el equivalente al Facebook chino y lo titularía “occidental verde agonizando y traductora inútil azorada”. Poco después, una enfermera cuya hija sabía inglés insistió en llamarla, yo pensaba que era por aquello de ayudar a traducir, pero no, era para practicar. La hija se personó minutos después, pero como le daba vergüenza se quedó muda mientras la madre le instaba a decir algo. Y al mismo tiempo las preguntas sobre cuestiones íntimas relativas a movimientos estomacales se sucedían. ¿Cuántas veces has ido al baño?, ¿Puedes indicar la textura? Todo muy cómodo.

Después, una vez pasado el trance, nos recetaron varios medicamentos y al Señor le entregaron dos vasitos, tamaño dedal de plástico, sin tapa, con sendas espatulitas para que los rellenara con generosidad y después les hiciera entrega de los mismos. Para facilitar la labor nos indicaron dónde estaban los urinarios tipo placa turca, aunque no hacía falta, era fácil seguir el rastro de olor. Eso sí, aunque estaban sucios cual poza séptica, cumplían con la legalidad de no contener más de tres moscas por metro cuadrado en su interior.

El problema fue que aunque no hay nada que produzca más gozo que decir: "Toma, ahí os dejo mi regalito” la visión y aroma de los escusados tuvieron un efecto sanador automático en el Señor del baño. Y, con pena, nuestros amigos y yo asistimos al ocaso del reinado de nuestro noble caballero en tierras de Campichu.


Autora: La Col China.


*Cuando me traduzco resulto muy clara, pero en realidad así es como sonaba: “Zer nsesario falta figurar nombre por seguro”