jueves, 18 de agosto de 2016

Quince días

Quedan quince días.
Nuestra aventura en China se acaba. Adiós al Mala Xiang Guo, a los Dan Dan Noodles y al repollo picantón, que en realidad no es repollo, sino coliflor, pero lo hemos rebautizado así  en honor a una amiga que no sabe distinguirlos.  
Adiós a las tiendas abiertas de lunes a domingo, a las peluquerías donde te lavan la cabeza mientras estás tumbada y te peinan por cuatro euros y a  los puestos callejeros de pinchos moruno-chinos sorpresa: uno de cada diez lleva salmonella, pero ñam, ñam.  



Cerdo Dongpu, pinchos morunos de patatitas y arroz multicolor con encurtidos.
Adiós a las lucecitas de colores que te dejan catatónica y a la  decoración navideña que colocan un diciembre y deciden dejar puesta para siempre, porque queda bonita y para ellos no tiene ningún significado adicional. Lo mismo es aplicable a los villancicos, por idénticos motivos, juro que he llegado a escuchar la canción "Feliz Navidad, próspero año y felicidad", en español, en julio en un centro comercial de Tianjin. Las monjas de mi cole solían decir que deberíamos celebrar la Navidad todos los días, pues bien, algunos chinos ya están haciendo sus pinitos plantando coronas, campanitas y abetos en edificios y centros comerciales. 



1.- Izquierda, Beijing, 17 de febrero, en la entrada un edificio de apartamentos de XinDong Lu. 2.- Centro, Wuhan, 1 de mayo, cafetería con decoración de abeto, renos y un Merry Christmas que no sé si se ve. 3.- Derecha, 17 de agosto, Tianjin corona navideña en la puerta del vecino de nuestro piso.
Adiós a las señoras que  en verano llevan medias transparentes tobilleras con sandalias porque el médico les ha dicho que es antihigiénico el contacto directo del pie con el calzado. Adiós a los señores que se pasean con la camiseta enrollada y enseñando la barriguita cuando aprieta el calor y a los que salen en pijama a la calle, porque ellos lo valen.  Adiós también a las chicas que corren junto al río Haihe con ropa de calle y bolso, o van a la montaña con vestido, maquillaje y taconazos.
Adiós a mi trabajo, un trabajo que me gusta, que me llena y que me hace feliz. Un trabajo que es una ventana al mundo de mis estudiantes, a sus ideas y ocurrencias, a sus formas de pensar. Un trabajo que nos permite jugar con el idioma y crear sin otro propósito que aprender. Voy a llorar. Otra vez.
Adiós a mis amigos, a mis compañeros y a la gente que he conocido aquí, al guarda de seguridad, que me regala manzanas y me persigue blandiéndolas hasta que las acepto, porque un día le ofrecí gominolas. Y al taxista que el otro día por poco me pega porque le grité como si fuera la niña del exorcista. Creo que tengo que aprender a controlarme cuando me intentan timar, por mi integridad física.  Bueno, por eso, y por no aparecer en Youku, el Youtube chino, montando un escándalo cual colona irritable.
Adiós a esa señora que en mi segundo día aquí se detuvo a ayudarme a encontrar una farmacia. Buscaba tiritas, no un medicamento, pero ella no lo sabía. Me vio perdida y en lugar de indicarme con gestos cómo ir,  se desvió de su camino y me asió de la mano para conducirme hasta la misma puerta. Era una mujer de maneras toscas, probablemente venida del pueblo para trabajar en la ciudad, recuerdo que su mano estaba un poco sudorosa y era algo áspera, pero fue la primera mano amable de las muchas que he encontrado en estos cinco años. 
Quería evitar caer en tópicos en esta entrada y aquí estoy, tropezando en todos y cada uno de ellos. Frases manidas, una detrás de otra.
Me dejo en el tintero miles de historias de este país, que guardo en mi memoria, pero que se van desdibujando poco a poco. Espero escribirlas antes de que se desvanezcan del todo. Temo olvidar todos los caracteres chinos que he estudiado. Quiero llorar.

Gato francés mirándome mal (puede que no sea ni
francés, pero calumnia que algo queda).
P. S. Sé que en Grenoble seré feliz, tengo buenos amigos allí y soy consciente de que no es un mal lugar para vivir en absoluto, es solo que me cuesta abandonar China. Además, la última vez que estuve en Francia pasé miedito porque alguien me miró mal desde su ventana, no quiero acusar a nadie,  pero le hice una foto para tener pruebas.